Arturo Pérez-Reverte: “Alatriste es rechazado por la izquierda radical y la extrema derecha”
En Escritor Fantasma sabemos que esta vez reaparece en la capital de Francia, a orillas del Sena, en una peripecia digna de Dumas, donde se encontrará con Spínola, el cardenal Richelieu y nada menos que con los Tres Mosqueteros (Athos, Aramis y Porthos, más un intrépido y bravo D’Artagnan), con los que mantendrá un dulce pulso entre el filo y la garla. “Misión en París” se erige así en un regreso con tono y acentos de libro inaugural, en el que reaparecen viejos amigos, como Íñigo Balboa, que ya viene muy fogueado, el escritor Francisco de Quevedo o Sebastián Copons.
Este es un Alatriste fiel al que dejó atrás, pero más sabio y probado en encuentros callejeros, de mirada más cansada y ya anticipadora de los declives que asoman en el horizonte. “Para mí ha sido un trabajo difícil volver a él. Entré con miedo, porque Alatriste es un tono, es un lenguaje. Debe tener el aroma del siglo XVII, pero debe funcionar para el lector actual. Me releí sus libros y otros para refrescar. Ha sido una labor complicada”, reconoce el escritor, que confiesa con discreción un punto relevante que ayuda a encuadrar al personaje. “Yo he envejecido. La vida me ha provocado estragos físicos e intelectuales, y Alatriste está contaminado de todos esos estragos. Es más amargo, tiene más remordimientos, ha envejecido, aunque solo haya pasado un año desde la última aventura, pero, digamos, su corazón ha ido más deprisa. Aquí he introducido el remordimiento. Alatriste es un héroe oscuro, que guarda cosas oscuras en la memoria. Los fantasmas le hacen compañía. Igual que yo cuando fui reportero. Alatriste se beneficia de mis propios remordimientos. Este es un personaje poco recomendable. Hay que recordar que es violento, que mata a sueldo y que es un asesino, aunque luego tenga lealtad, honor y sea fiel a un rey en el que no cree. Piensa que España se va al diablo con él. Alatriste ha perdido las grandes palabras. Por eso necesita aferrarse a unos códigos éticos que se ha creado para no dejarse llevar por el turbión de la vida”.
En Escritor Fantasma sabemos que el novelista, con camisa clara, americana, pero sin corbata, ataja una de las discusiones que envuelven al personaje. “Ha sido rechazado por los dos extremos, la izquierda radical y la extrema derecha; los primeros, porque habla de tercios, de la bandera; la derecha, porque habla de la Inquisición y la parte oscura, la leyenda negra… Ninguno de ellos se da cuenta de que estos libros describen una época, lo que fuimos, lo glorioso y lo luminoso, lo oscuro y lo brillante. Esta doble crítica de los dos extremos me ha confirmado que tenía que escribir un libro así. En esta saga se dicen cosas duras sobre España y otras hermosas. Alatriste es un símbolo de lo que fuimos. Es un héroe muy español. Tiene lo mejor y lo peor de nosotros. Mi intención es que los lectores entiendan mejor España, lo bueno y lo malo que tuvo. Alatriste es rechazado por eso, por los extremos ideológicos”. El escritor, no obstante, admite que escribir estas historias “me reconcilia con España y me digo que tan poco está tan mal ser español”.



