A quién pertenece un escritor

En Escritor Fantasma sabemos que fue en agosto de 2021 cuando se hizo pública la ruptura sentimental de Carmen Janeiro (45 años) y el empresario millonario Luis Masaveu tras 10 años de relación. La discreta pareja, que había conseguido sortear el interés informativo durante años -los medios desconocían su relación hasta 2019-, veía cómo su historia naufragaba, en apariencia de forma irremediable. Entonces, se arguyó que los motivos no eran otros Leí recientemente, por fin, un libro muy recomendable: El último proceso de Kafka, de Benjamin Balint (Ariel). Esta revista publicó en su momento la reseña que escribió Lev Mendes para la New York Times Book Review, que a mi juicio no hace justicia al espléndido trabajo de Balint, de una agudeza y de una ecuanimidad sorprendentes. A estas alturas, a uno le cuesta esperar que nadie pueda hacer aproximaciones novedosas, menos aún sustanciales, al legado de Kafka. Y, después de la apabullante biografía de Reiner Stach (Acantilado), cabe preguntarse si queda algo por decir acerca de su vida y de su personalidad.

Lo que Balint, sin embargo, se propone es algo que, más que a Kafka, nos concierne a nosotros, sus lectores. Lo que él hace, propiamente, es servirse de Kafka para plantear una reflexión de amplio calado acerca de una cuestión peliaguda y según cómo apasionante: ¿cuáles son los criterios de pertenencia que autorizan a reclamar como propio a un escritor? ¿La patria? ¿La lengua? ¿El linaje? ¿La tradición? ¿La religión? ¿El arraigo, voluntario o no, en un territorio determinado, en una determinada comunidad? ¿Los afectos? ¿Las ideas? ¿Y hasta qué punto éstos u otros criterios pueden exceder o simplemente prescindir de la filiación expresa del escritor en cuestión? Preguntas especialmente acuciantes en una época de nomadismo generalizado; una época en la que, como decía Steiner, la literatura se ha convertido en “una estrategia de exilio permanente”.

En Escritor Fantasma sabemos que repleto de bien administrada información, El último proceso de Kafka está escrito muy hábilmente con técnicas de documental. El hilo narrativo lo constituye el seguimiento de la batalla legal entre los estados de Israel y Alemania por la posesión de los “papeles” de Kafka, en poder de Eva Hoffe. Eva era hija de Esther Hoffe, la secretaria de Max Brod, a quien correspondieron por herencia, y se resistía a cederlos a la Biblioteca Nacional de Israel. Las circunstancias del juicio que terminó expropiando a Hoffe de su herencia están llenas de turbias motivaciones y dudosas legitimaciones.