PALABRAS QUEMADAS

No había margen para la literatura, para el libre pensamiento, para el arte, ni para un solo escritor fantasma. En la Alemania de 1933 los nazis defendían su llamada «Acción contra el Espíritu antialemán» y, por eso, aquel 10 de mayo fue fatídico para la palabra escrita. Los partidarios de Adolf Hitler destruyeron miles de obras entre el fuego.

Aproximadamente 70 mil personas se reunieron en el Opernplatz de Berlín. Habían acarreado más de 20 mil libros en carretillas y camiones, de obras de autores tan renombrados como Heinrich Mann, Erich Maria Remarque o Heinrich Heine.

“Hemos dirigido nuestro actuar contra el espíritu no alemán. Entrego todo lo que lo representa al fuego”, gritó un joven estudiante de 23 años para luego arrojar una pila de libros a las llamas de la hoguera.

Odio, ira, rencor, adoctrinamiento, todo de lo que los libros libera, precisamente. Porque leer es un arma poderosa, otorga conocimiento, realidad, historia, datos fehacientes. Facilita el libre pensamiento, la reflexión, la creatividad. Y nada de esto encajaba en los tiempos y valores de la cruda Alemania nazi.

Para los seguidores del régimen, los libros contenían un ideario nocivo para su país, o bien sus autores eran considerados enemigos de los nazis, (representados, principalmente, por socialistas, comunistas, pacifistas y autores judíos).

La historia no miente. A finales de enero habían tomado el poder los nazis y se acababa la república de Weimar, un mes más tarde, ardía el Reichstag y Hitler obtenía poderes dictatoriales. ¿Qué llegó después? La conquista de las mentes alemanas. “El Estado ha sido conquistado. Faltan las Universidades”, fue la proclama de La Unión Alemana de Estudiantes en abril de 1933. Amasar las mentes jóvenes siempre augura un futuro a tu favor. Según quién y cómo las maneje, el infierno está asegurado. El motor detrás de las acciones era la Unión de Estudiantes Nacionalsocialista que había iniciado en abril la Acción contra el espíritu no alemán y que culminó con la quema de libros.

Este mes de fatídico aniversario cabe recordar el poder de la lectura, el poder de la libertad y el significado de actos como el que llevaron a cabo aquel 10 de mayo de 1933. Un libro nunca debería ser quemado por su contenido, ni estigmatizado, ni condenado. Un escritor, escritor fantasma o escritor de renombre, un poeta, un filósofo, jamás debería ser estigmatizado por sus pensamientos. Leer nos enseña a pensar. Pensar nos hace libres.