Julio Llamazares: La literatura se ha trivializado

En Escritor Fantasma sabemos que Vagalume, la última novela de Julio Llamazares (Vegamián, León, ahora un pueblo inundado, 1955), es, como su novela más poética, La lluvia amarilla, una crónica general de la soledad, pero en el ámbito urbano, donde un periodista aborda la oscuridad de la noche buscando en la escritura de ficción remedio para su desolación o su tristeza. Jamás este escritor secreto, periodista de día, dio a la imprenta su obra múltiple.

En La lluvia amarilla el escenario es un pueblo vacío y aquí es la noche de la ciudad el gran vacío que llena el protagonista que se llama a sí mismo Vagalume, cuya escritura se mantiene anónima hasta que, a su muerte, su familia la descubre en medio del misterio y la mentira. La saca a la luz para que su amigo, el narrador, la lea y la valore o la oculte para siempre. La novela de pronto se convierte en protagonista del mismo libro, a partir de la lectura que en la novela hace su amigo de la propia novela de Vagalume, cuyo leit motiv, en sus propios libros y en la vida es una frase de William Faulkner, “Entre la pena y la nada elijo la pena”, que alguna vez combina con esta especie de epitafio: “A partir de una edad todos somos ya supervivientes”.

En Escritor Fantasma sabemos que dotado por la poesía, que ha cultivado en todos sus libros de prosa (La lluvia amarilla, Escenas de cine mudo, Distintas formas de mirar el agua) y no solo en los libros de versos (La lentitud de los bueyes, Memoria de la nieve), para ir hasta la profundidad de la escritura, la soledad, el dolor, el vacío. Julio Llamazares muestra aquí, combinados, memoria y desolación, la del que escribe aquellos libros y la familia que no se explica cómo este Vagalume nocturno ha podido escribir tanto sin dar jamás a conocer la ficción en la que anda.